Pusimos rumbo a la isla de Ometepe. Una formación volcánica sobre el lago Nicaragua, el único lago del mundo con tiburones. Sobre la isla ya os hablaré mañana. Hoy os contaré cómo fue nuestro viaje hasta llegar a ella.
Salimos el domingo bien temprano. Para llegar Ometepe hay que llegar primero a Rivas y de allí coger un taxi al puerto de San Jorge. El autobús a Rivas sale de la parte trasera de este edificio que veis en la foto. El mercado no sólo se concentra en el interior de él sino que abarca las calles de varias manzanas alrededor y concentra tantas personas y coches que llegar hasta la estación de autobuses se nos hizo bien complicado.
Una vez en la estación nos comunican que los domingos hay menos autobuses y que para llegar temprano a Rivas tendríamos que coger un autobús a Nandaime y allí coger otro autobús a Rivas. Y eso fue lo que hicimos.
Los autobuses centroamericanos son antiguos autobuses escolares estadounidenses de los años 70, sin aire acondicionado y repletos hasta arriba de gente. Con todo eso, además no paran de subir vendedoras a acosarte con todo tipo de reclamos (rosquillas típicas, frescos, empanadas...). Así estuvimos Natalia y yo muertos de calor esperando 30 minutos con todo nuestro equipaje asfixiados hasta que arrancó el autobús y empezó a correr algo de brisa. He de decir que Natalia estuvo muy avispada al preguntar a una señora cuánto costaba el billete, porque el vendedor nos intentó estafar y cobrarnos el doble.
Bajamos en Nandaime, un pequeño pueblo en mitad de la nada, donde esperamos en unamarquesina de hormigón unos 5 minutos. Subimos al siguiente autobús y en la puerta nos recibió una cesta con gallinas muertas. Muy buena impresión nada más llegar y eso que el vehículo era mucho mejor que el anterior; incluso tenía 2 televisiones y radio. El caso es que plantamos nuestro equipaje tranquílamente sobre nuestras cabezas sin percatarnos de que en la repisa donde los dejamos había una gota de sangre de vete a saber qué cerniéndose sobre nuestras cabezas. Menos mál que estaba lo suficientemente coagulada como para no caer.
Por el camino pasamos por otro pueblo en el que estaban de procesion con curiosos vestidos folclóricos que no tuvimos tiempo de fotografiar. Lo que sí hicimos fue captar esta instantánea del santo:
Ah, menos mal que las carreteras són muy rectilíneas y no nos mareamos mucho, porque si potas en estos autobuses te toca acoquinar 1$.
Finalmente llegamos a Rivas con ganas de subirnos cuanto antes en el ferri y darnos una buena ducha, pero el viaje acababa de empezar.
Al taxista que nos llevó desde la estación de autobuses hasta el puerto le hizo mucha gracia que Natalia fuese de Rivas también, pero de unos miles de quilómetros más al este.
Al dejarnos en el puerto, nos enteramos que no sale ningún barco hasta dentro de 2 horas... Total, que allí nos quedamos dos horitas esperando. No sé por qué no tengo fotos del barco que nos recogió, pero desde luego no era el ferri que imaginaba. Era una barcaza de madera mal pintada y como no, llenísima de gente.
Allí conocimos a nuestros 3 amigos canadienses del resto del viaje: Riana, Kai y Adam.
Una hora más tarde, llegábamos por fin a Ometepe.
Salimos el domingo bien temprano. Para llegar Ometepe hay que llegar primero a Rivas y de allí coger un taxi al puerto de San Jorge. El autobús a Rivas sale de la parte trasera de este edificio que veis en la foto. El mercado no sólo se concentra en el interior de él sino que abarca las calles de varias manzanas alrededor y concentra tantas personas y coches que llegar hasta la estación de autobuses se nos hizo bien complicado.
Una vez en la estación nos comunican que los domingos hay menos autobuses y que para llegar temprano a Rivas tendríamos que coger un autobús a Nandaime y allí coger otro autobús a Rivas. Y eso fue lo que hicimos.
Los autobuses centroamericanos son antiguos autobuses escolares estadounidenses de los años 70, sin aire acondicionado y repletos hasta arriba de gente. Con todo eso, además no paran de subir vendedoras a acosarte con todo tipo de reclamos (rosquillas típicas, frescos, empanadas...). Así estuvimos Natalia y yo muertos de calor esperando 30 minutos con todo nuestro equipaje asfixiados hasta que arrancó el autobús y empezó a correr algo de brisa. He de decir que Natalia estuvo muy avispada al preguntar a una señora cuánto costaba el billete, porque el vendedor nos intentó estafar y cobrarnos el doble.
Bajamos en Nandaime, un pequeño pueblo en mitad de la nada, donde esperamos en unamarquesina de hormigón unos 5 minutos. Subimos al siguiente autobús y en la puerta nos recibió una cesta con gallinas muertas. Muy buena impresión nada más llegar y eso que el vehículo era mucho mejor que el anterior; incluso tenía 2 televisiones y radio. El caso es que plantamos nuestro equipaje tranquílamente sobre nuestras cabezas sin percatarnos de que en la repisa donde los dejamos había una gota de sangre de vete a saber qué cerniéndose sobre nuestras cabezas. Menos mál que estaba lo suficientemente coagulada como para no caer.
Por el camino pasamos por otro pueblo en el que estaban de procesion con curiosos vestidos folclóricos que no tuvimos tiempo de fotografiar. Lo que sí hicimos fue captar esta instantánea del santo:
Ah, menos mal que las carreteras són muy rectilíneas y no nos mareamos mucho, porque si potas en estos autobuses te toca acoquinar 1$.
Finalmente llegamos a Rivas con ganas de subirnos cuanto antes en el ferri y darnos una buena ducha, pero el viaje acababa de empezar.
Al taxista que nos llevó desde la estación de autobuses hasta el puerto le hizo mucha gracia que Natalia fuese de Rivas también, pero de unos miles de quilómetros más al este.
Al dejarnos en el puerto, nos enteramos que no sale ningún barco hasta dentro de 2 horas... Total, que allí nos quedamos dos horitas esperando. No sé por qué no tengo fotos del barco que nos recogió, pero desde luego no era el ferri que imaginaba. Era una barcaza de madera mal pintada y como no, llenísima de gente.
Allí conocimos a nuestros 3 amigos canadienses del resto del viaje: Riana, Kai y Adam.
Una hora más tarde, llegábamos por fin a Ometepe.
5 jul 2010, 13:45:00
Sí, todo un consuelo que la sangre estuviera coagulada... y AAhhhh!!! Vaya foto la de Rivas, sonrisa de "me muero de ganas por llegar a Ometepe" y "espero que merezca la pena o me da algo". Por cierto, que grande lo de pagar si potas en el bus... todo un logro no haberlo hecho, la verdad.